martes, agosto 02, 2011

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A propósito del tema político de importancia que concita la atención hoy en nuestro país, cual es la posibilidad de realizar una reformulación profunda en la educación básica, media y superior, con el objetivo de corregir las injusticias, desigualdad en oportunidad de acceso, financiamiento y calidad de la enseñanza recibida según a qué establecimiento puede optar un estudiante en la práctica, deseo referirme a algunos puntos que me parecen relevantes.

El gran mérito de la movilización estudiantil es el haber logrado forzar que el tema se discuta en serio por parte de los actores políticos, no obstante que algunos, a nivel parlamentario especialmente, aún se resisten a "contaminarse" con un problema que les puede provocar más consecuencias negativas que positivas.

Estas movilizaciones se han producido, lideradas por jóvenes estudiantes, imbuídos de motivación política (lo cual no es algo criticable, sino todo lo contrario, digno de elogio), debido a que los adultos, la sociedad en su conjunto, particularmente los poderes que oficialmente representan a la población, ejecutivo y parlamento, no han sido capaces, por muchos años, de dar respuesta a demandas muy sentidas de la ciudadanía, y, por el contrario, han seguido quedándose sólo en las promesas.

Los diagnósticos sobre el origen de la mala educación en Chile ya los conocemos hasta el cansancio, pero no hay cursos de acción concretos y realmente efectivos llevados a la práctica, para lograr correcciones significativas.

Países pequeños como Finlandia, y otros, han demostrado al mundo en la práctica lo que la teoría educacional ya viene pregonando hace mucho tiempo: el pilar fundamental de la educación de calidad consiste en un cuerpo docente de alto nivel.

Contar con este cuerpo docente implica una formación docente regulada y controlada, una carrera docente bien constituída, donde se exija estandares de calidad elevados a los profesores, a quienes a cambio de este trabajo bien hecho se les retribuye con remuneraciones acordes, esto es, elevadas, y competitivas en el mercado.

Esta medida es realmente concreta y efectiva, sin duda mucho más que una declaración de buenas intenciones incorporada en la constitución, pero, lamentablemente, mucho más cara.
Los costos de contar con este cuerpo docente son altísimos, y su implementación un proceso de muchos años, por lo que si Chile alguna vez toma la decisión de realizar en serio este esfuerzo, debe ser en base a un Programa País, protegido constitucionalmente, y que por tanto no quede expuesto a los arbitrios circunstanciales de la política de corto o mediano plazo.

No me parece, respecto de la educación superior, que la universidad deba ser "para todos y totalmente gratuita", debe ser para los más capaces, y sin que la situación económica familliar constituya un obstáculo.

Es necesario potenciar las carreras técnicas, que producen trabajadores muy importantes para el país, y mejorar las rentas de estos trabajadores, para disminuir, también por este mecanismo, las brechas enormes de ingreso que llevan a nuestra población por el peligroso camino de la Desintegración Social, (que implica niveles de delincuencia cada vez más incontrolables) que actualmente estamos transitando.

No me queda claro si como sociedad hemos alcanzado aún la madurez suficiente como para acometer esta empresa con reales posibilidades de éxito.
El anuncio hecho ayer por el nuevo ministro de educación, respecto del nuevo plan puesto a consideración del país, si bien pareciera tener contenidos algo más sólidos que el GANE del presidente Piñera, aún no muestra, a mi juicio, una real voluntad de enfrentar un tema tan trascendente (el de más trascendencia como herramienta para brindar real igualdad de oportunidades) con toda la fuerza y los recursos que se requiere.

Celebro la valentía de quienes se han atrevido a poner sobre la mesa el problema de financiar un emprendimiento de estas proporciones, contemplando una modificación tributaria significativa, dirigida fundamentalmente a las grandes empresas, las cuales sin duda serán siempre reticentes a participar, aunque sólo sea vía impuestos, en proyectos de largo plazo que impliquen obstáculos o sombras capaces de amenazar las reglas del juego extremadamente favorables de que han disfrutado por muchos años.

Jorge Lizama León, Santiago, agosto 2011.