lunes, febrero 25, 2019

Dioses y Demonios.


Hemos dicho que el cerebro humano funciona como una máquina de realidad virtual, y que es un representador del mundo y un constructor de conceptos y realidades.  (www.conductahumana.cl capítulo 15, también en animalopersona.blogspot.com/2014 capítulo 15)

Muchas de las herramientas conceptuales que utilizamos para comunicarnos son en realidad constructos humanos, esto es, que no tienen existencia por sí mismos, y que nunca "existirían", ni siquiera en el mundo inmaterial, si alguien no los hubiera "inventado" o "creado".

De acuerdo a nuestra teoría de la conducta humana, cada persona tiene su propia visión del mundo, y esta visión parte por (o sea se basa en) el filtro afectivo y valórico que nos impone nuestro cerebro primario, sobre el cual tenemos poca capacidad de intervención.

Al mismo tiempo, tenemos poca conciencia de que el curso de nuestros pensamientos está en todo momento influenciado y modulado por este cerebro primario, al punto que funcionamos con la ilusión de que lo que pensamos y decidimos es en todo momento fruto de nuestro libre albedrío.

Hasta la época del renacimiento no hubo capacidad práctica (y si trató de asomar fue subyugada, anulada y/o eliminada) de reconocer la participación humana en la creación de estos constructos, al punto que aún hoy, para muchas personas no es importante (o conveniente) que se entienda que muchos de los elementos de la "realidad" son producto de nuestro cerebro humano y no tienen existencia previa a él.

Estos constructos se han concebido en las más diversas formas de interpretación del mundo, algunos con enorme éxito y presencia transversal en la gran mayoría de las sociedades, otros algo menos masivamente adoptados, y una gran enormidad que se disfrazan de no ser en absoluto constructos, y para mucha gente tienen la cualidad de ser "realmente" reales, o sea, tendrían la capacidad de existir por sí mismos, aún cuando no haya ningún humano que los piense y se refiera a ellos.

Estos constructos que no parecen constructos, son motivo de incesantes, apasionadas y eternas discusiones en las cuales no se arriba nunca o casi nunca a acuerdos o mínimos consensos, precisamente porque cada quien que plantea una posición está defendiendo SU propia idea de ese constructo, diferente de la de su interlocutor. O sea, no se pueden poner de acuerdo, entre otros motivos, porque si bien usan la misma palabra, en realidad no están hablando de lo mismo.

En la tradición cultural de la antiguedad aparecieron los dioses y demonios, como una forma de explicación para lo inexplicable (tormentas con rayos y truenos, inundaciones y sequías, guerras y pestes, etc), y la gran mayoría de la gente creía que todos estos dioses y/o demonios, tenían existencia material.
Incluso, en la mitología griega, se les asignaba una ubicación concreta, el monte Olimpo, desde donde regían los destinos del hombre (y la mujer), y desde donde podían trasladarse al territorio humano para tener con hombres y mujeres un contacto más cercano, debidamente transmutados en figuras de animales u otros elementos, para que no se descubriera su condición divina.

La cultura moderna en que nos ha tocado vivir ha ido limitando la cantidad de dioses y demonios, y en la práctica los ha reducido a dos o incluso a uno, que como moneda de dos caras tiene un lado bueno que nos favorece y otro que nos castiga.

Los humanos de hoy nos dividimos respecto de este tema, yo diría, en tres grupos fundamentales, sujetos a variaciones interpretativas, y estos son:

1. quienes no creen en absoluto que los dioses y/o demonios existan,
2. quienes creen que tienen existencia por sí mismos, (dentro de quienes se cuentan quienes piensan que Dios no sólo existe, sino que es el creador del universo, la tierra, la naturaleza, las plantas, los animales  y los seres humanos),
3. el de los que tenemos dudas.

La gracia de los constructos humanos es que se caracterizan por tener grados variables de impermeabilidad al escrutinio "científico". Esto es, que no es fácil de demostrar ni su existencia ni su inexistencia, habiendo algunos constructos tan bien "creados", que la mayoría de los humanos dan por seguro que existen por sí mismos.

Citaré como ejemplos a varios, con la esperanza de que quienes lean este texto y se interesen en estos temas (que somos la inmensa minoría), puedan plantearse su análisis y discusión, aunque sólo sea al interior de su propia mente.

1. El bien y el mal. (Estas son entidades que para muchas personas existen por sí mismas, o sea, son anteriores al hombre).
2. Las personas buenas y las personas malas. (personas fundamentalmente influenciadas por el bien o por el mal).
3. Las leyes de la física.
4. Los genes.
5. La inteligencia.
6. La realidad.
7. El yo. (the self).

Estos ejemplos tienen distinto grado de impermeabilidad al escrutinio, y me parece que incluso esta característica varía en función de quien los analice, y de qué herramientas conceptuales y experiencia disponga, para llegar a conclusiones que pueden ser bastante diferentes de una persona a otra.

Como no pretendo tener respuestas definitivas para estos temas que me apasionan, los dejo aquí planteados, con la esperanza y el deseo de volver sobre ellos (y muchos otros), para su análisis y discusión al alero del avance de la investigación científica en las diversas y hermosas áreas que integran la neurociencia.

Jorge Lizama León.



Santiago, Febrero, 2019