sábado, agosto 15, 2015

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Hace miles de años, la especie humana vivía organizada en pequeños grupos, o tribus, que priorizaban sus esfuerzos casi exclusivamente en subsistir.

Conseguir alimento, que debía ser consumido antes de que se deteriorara, protegerse de los peligros naturales, de los ataques de animales feroces y de otras tribus, demandaba un tipo de
organización que privilegiaba las artes de recolección, de caza, y de guerra.

La estructura social y jerárquica respondía a estas necesidades, y ocupaban lugares de preeminencia los guerreros y cazadores más hábiles, valientes y temerarios, capaces de proveer y de proteger de mejor forma al grupo tribal.

A cambio de ello, por cierto, gozaban de privilegios en comodidades, alimentación, acceso a las mujeres más apetecidas, etc, todo lo cual constituía la retribución justa y necesaria por sus esfuerzos y sacrificios.

Este orden de cosas vino a ser alterado cuando un grupo de miembros tribales, no tan valientes
ni arrojados como los guerreros, pero con los primeros atisbos de una inteligencia diferente, descubrieron que podían conseguir alimento duradero si lo cultivaban y guardaban, propósito para el cual los granos resultaban las especies más apropiadas.

Esto provocó un cambio en la estructura social de las tribus, las relaciones entre guerreros y agricultores pasaron por períodos de tensión, como consecuencia de que estos últimos comenzaron a ser apreciados y mirados "con otros ojos" por la comunidad tribal.

Si en algún momento las tensiones llegaron al punto que los guerreros, para recuperar sus privilegios, sometieron a los agricultores quitándoles sus cosechas, no pasó mucho tiempo antes de que se instituyera un nuevo orden.

Los guerreros comprendieron que más conveniente que combatir a los agricultores, era ofrecerles "protección", a cambio de un "impuesto" que sólo debía alcanzar una fracción de las cosechas, ojalá inferior al 50%, para no desalentarlos en exceso, pues en ese caso dejaban de trabajar.

Algunos estudiosos, como los citados al final de este artículo, han sugerido que estos acontecimientos estarían en el origen del surgimiento de la "clase política", encargada de mantener el orden social a través del accionar de los poderes ejecutivo y legislativo, sistema que en general funciona bien mientras no olviden la "regla de oro" del 50%.

Con el Renacimiento vino una potenciación de las virtudes intelectuales del humano, y durante los siglos  19 y 20 las distintas sociedades, especialmente las occidentales, fueron avanzando en el desarrollo de sistemas de gobierno y organización social que reconocieron como importantes y defendieron cada vez con más decisión, los derechos de las personas.

Depositaron la titularidad del poder ya no en los jefes tribales, ni en los sucesores de estos, los reyes, sino en "el pueblo". Para fines prácticos, este pueblo delegaba el poder, a través del voto democrático, en un número de "elegidos" para que lo ejerciera "en su fiel representación".

Más allá de un cierto número de acciones destinadas a hacer trampa en el sistema de votación, alterando la inscrpición de votantes, el recuento de votos, etc, el sistema democrático permitió
un avance significativo en la organización social y la defensa de los derechos de las personas.

Sin embargo, pasada la segunda guerra mundial, comenzó a crecer y potenciarse una nueva forma de poder: surgieron las empresas transnacionales y los grupos económicos. Estos, utilizando en forma ventajosa no sólo sus fortunas, sino que las tecnologías de la información y las comunicaciones, comenzaron a intervenir, cada vez de modo más incisivo, en las políticas de gobierno de los distintos países.

Este "nuevo orden", en que los intereses corporativos vienen a primar sobre los intereses de las personas, está provocando reacciones de distinto tipo en las distintas sociedades, que en algunos casos son muy radicalizadas, y en la práctica provocan más problemas que beneficios a sus habitantes.

El accionar de los grupos económicos de poder está influyendo de manera cada vez más directa y determinante, (tanto de modo abierto como encubierto), en las decisiones que se toman a nivel de los gobiernos, al punto que el sistema de "representación democrática del pueblo" se ve cada vez más debilitado.

La ciudadanía no ha sabido ni ha podido, hasta ahora, aprovechar el recurso de las tecnologías de la
información y las comunicaciones, con la eficiencia que lo han hecho los grupos económicos y sus organizaciones mundiales, para defender de mejor manera sus intereses.

Tal vez con el tiempo comiencen a surgir entre los ciudadanos, que muchas veces son víctimas indefensas de los abusos del sistema económico imperante, (como lo fueran los primeros agricultores), aquellos que sean capaces de liderar movimientos sociales con mejores capacidades para enfrentar los desafíos actuales.

Idealmente, el objetivo de esta reacción ciudadana debe ser el ajustar las reglas del juego y los límites del abuso, pero en ningún caso "dar vuelta el tablero", pues resulta evidente que destruir todo para partir de cero, ofreciendo como alternativa sociedades utópicas en que "seremos todos iguales", son proyectos absolutamente destinados al fracaso, como claramente lo ha demostrado la historia.

Jorge Lizama León.

Santiago, Agosto 2015.

Nota: Algunas ideas de este artículo están basadas en el trabajo de Sean Hastings y Paul Rosenberg "Dios te quiere muerto". Si bien esta obra constituye en mi opinión un aporte significativo para el análisis socio político del ser humano, contiene algunos elementos excesivamente individualistas que no comparto.